Oración fin de año - 31 de Diciembre

 Es costumbre en la Iglesia orar a Dios con cantos y alabanzas. Uno de esos tesoros de la oración de alabanza es el Te Deum.

 La Iglesia concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en una iglesia u oratorio, se uniere devotamente al canto o recitación solemne de el himno Te Deum, en el último día del año, elevando la acción de gracias a Dios por todos los beneficios recibidos durante el año que concluye.


P. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

T. Que hizo el cielo y la tierra

Hermanos:

Al término de este año, hagamos memoria agradecida por todos los dones recibidos y las bendiciones de Dios y podamos misericordia por nuestra ingratitud ante ellos y el no responder a su amor.

Se hace un tiempo de silencio para orar y hacer memoria.

Escuchemos las palabras del Evangelio según san Mateo

Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Un momento de silencio para meditar la Palabra de Dios.

Elevemos súplicas y acciones de gracias a nuestro Padre misericordioso, Señor del tiempo:

Escucha, Padre Santo, nuestra acción de gracias por todos los beneficios que nos has concedido. Te decimos de corazón: Gracias, Padre.

Por habernos conservado la vida y la salud, por habernos librado de muchos males, por habernos mostrado constantemente tu amor de Padre, te decimos: Gracias, Padre.

Por los beneficios que has concedido a las personas que amamos y a los que nos ofrecen su amistad, te decimos: Gracias, Padre.

En silencio cada uno de los presentes agradezca a Dios por algún beneficio recibido de manera especial: Te damos gracias, Padre.

Por nuestros pecados, negligencias y omisiones; por todas las veces que nos hemos olvidado de ti: perdón, Señor.

Por las veces que tratamos mal a nuestros semejantes, especialmente a los que sufren pobreza, enfermedad, tristeza y abandono, te decimos: perdón, Señor.

Por los pecados de las personas de nuestra familia, por los pecados de todos los hombres, por los pecados que se están cometiendo en este momento, te decimos: perdón, Señor.

Gracias, Padre y Señor nuestro, porque eres bueno. Te pedimos que por tu infinita bondad y misericordia, por el inmenso amor que le tienes a tu Hijo Jesucristo y por el amor que nos tienes a nosotros nos concedan comenzar el año nuevo santamente, dispuestos a hacer tu voluntad, a cumplir nuestros deberes, a amar de corazón y de obra a nuestros hermanos, a tratar/os con amor, a aprovechar el tiempo que nos concedas en servirte mejor en nuestros hermanos. Te lo pedimos por Cristo, tu Hijo y hermano nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Y ahora recemos juntos alabando al Señor:

A ti, oh Dios, te alabamos,

a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,

te venera toda la creación.

Los ángeles todos,

los cielos y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines

te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,

Dios del universo.

Los cielos y la tierra

están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza

el glorioso coro de los Apóstoles,

la multitud admirable de los Profetas,

el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,

extendida por toda la tierra, te proclama:

Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero, digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,

aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,

abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios

en la gloria del Padre.

Creemos que un día

has de venir como juez.

Te rogamos, pues,

que vengas en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna

nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice tu heredad.

Sé su pastor

y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos

y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día

guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié,

no me veré defraudado para siempre.


Oremos:

Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha compasivo la oración de tu pueblo,y  concede tu paz a nuestros días.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta Pierbattista Card. Pizzaballa

El árbol de navidad un signo cristiano

El misterio del Belén