65 - La cena y el anuncio de la traición de Pedro (Mt 26, 26-45)

 DÍA 65


1. Invoca al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente, abre mi corazón, toma mis manos, para que comprenda el mensaje de la Palabra, para que sienta la profundidad del amor divino, para que camine abriendo mis manos a los que necesitan curación y misericordia.

Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe en el Dios que ama a todos, santos y pecadores; dame el amor que abraza a todos los hombres y mujeres del mundo entero; afianza mi esperanza en medio de mis debilidades, limitaciones e incapacidades.

Ven, Espíritu Santo, yo solo sé que no puedo hacer nada; acompáñame, guíame, llévame, para que pueda llegar al abrazo del Padre, para que pueda seguir las Palabras y enseñanzas del Hijo, para que pueda caminar con los demás, con amor, esperanza, fe y misericordia, con la fuerza, la luz y la ternura que vienen solo de Dios.


2. La Palabra de Dios

La cena y el anuncio de la traición de Pedro (Mt 26, 26-45)

26 Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».

27 Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos; 28 porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.

29 Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre».

30 Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos.

31 Entonces Jesús les dijo: «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. 32 Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».

33 Pedro replicó: «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».

34 Jesús le dijo: «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».

35 Pedro le replicó: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». Y lo mismo decían los demás discípulos.


3. La Palabra ilumina

Jesús se da a sí mismo en el pan y el vino durante una cena pascual con sus discípulos. Uno estaba a punto de traicionarlo, otro iba a renegar de Él y, en cualquier caso, todos le iban a abandonar. Él sabe todo esto, pero no liga su entrega a la correspondencia humana. Más aún, cuanto más pobres y pecadores son aquellos por quienes la hace, tanto más urgente es su ofrenda, como Él mismo enseñó en una de sus parábolas (cf. Lc 14,12-14). 

Desde hace casi dos mil años, cada día renueva su entrega de amor en medio de una comunidad que no es diferente de aquella de los Doce que se encontraban con Él en el cenáculo: conocemos, incluso demasiado bien, las posibles traiciones y las amargas negaciones que llevamos en el corazón. Sabemos, tal vez por experiencia, lo mal consejero que es el miedo: por miedo a los juicios, a perder la estima, a tener que renunciar a algo a lo que estamos muy apegados, fingimos en ocasiones que nunca hemos conocido a Jesús, para no sentirnos obligados a tener que actuar en consecuencia, o sea, según lo que dice el Evangelio, y poder vivir, también nosotros con la cómoda mentalidad del mundo... 

Sin embargo, Jesús no se deja molestar por nuestras vilezas ni por nuestras traiciones. Acepta conscientemente la hostilidad y los rechazos y sigue amando, ofreciéndose a cada uno. Dan ganas de temblar por Jesús, por esa entrega suya de amor tan santa y tan total que es desconocida y casi ha desaparecido. Jesús, fiel a su promesa: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo» (Mt 28,20), se ofrece de una manera tácita, incondicionada, sin cansarse nunca; se hace presente no de una manera estrepitosa, sino en la humilde semejanza de la hostia consagrada; se deja ofender, olvidar, traicionar, y continúa llegando a cada uno con la plenitud de un amor que no conoce resentimientos y puede Ilegar a hacerse compañero de aquel que le niega, de cada traidor, porque nos ama con un amor tan ilimitado que no tiene en cuenta ningún trato vil. Y es solo Él quien puede mantener al mismo tiempo una compañía tan variada de personas capaces de todo y que, sin embargo, elige para ser nada menos que su Cuerpo. Solo alguien que sea Amor puede llegar a tanto.


4. Dialoga con el Señor

Jesús se entrega sin reservas, por completo, en esta lectura en la Eucaristía, que tiene un eco después en su vida, con la Cruz... Pero tú ¿Qué le entregas al Señor? ¿Eres consciente de tus negaciones y traiciones?

Dios se hace hombre y transforma el pan y el vino en su cuerpo y su sangre para borrar aquellas negaciones y traiciones... ¿Le dejas?  ¿Te acercas al sacramento donde esto sucede?


Dios te bendiga.

Comentarios

Entradas populares de este blog

2 Orar con la liturgia de Adviento - La oración colecta del 18 de diciembre

La esperanza en este tiempo

La luz de Todos los santos y la certeza de los fieles difuntos